La Soledad visita el cementerio (Foto: Sebastián Rico) |
Odio que el calendario me recuerde que este viernes fue el día de los fieles difuntos porque, para mí, cualquier día, cualquier momento, es bueno para recordar a aquellos que ya no están. Pero nunca se van del todo. Afortunadamente.
Estos días, odio visitar el cementerio, donde reposan seres queridos, algunos muy cercanos, como quien me trajo al mundo, mi madre.
Me molesta el alcauheteo de algunos/as. Y las miradas y el cuchicheo de quienes, con el pretexto de llevar flores, no se cortan un pelo a la hora de comentar, en voz alta eso sí, lo sucia que está la lápida de fulanito o lo secas que están las flores que le pusieron a menganita.
Prefiero la intimidad y la paz de cualquier otro día del año, cuando se escucha el silencio, roto por momentos por el viento meciendo los cipreses y los pájaros revoloteando.
Para mí, todos los días son el día de quienes ya no están pero siguen clavados en mi memoria. Y me gustan detalles como la visita que hacen cada año los Reyes Magos al camposanto en mi pueblo, Gibraleón, o la que hoy ha hecho al recinto sagrado en uno de mis ‘otros pueblos’, en este caso de adopción, Ayamonte, la Virgen de la Soledad.
Estos días, odio visitar el cementerio, donde reposan seres queridos, algunos muy cercanos, como quien me trajo al mundo, mi madre.
Me molesta el alcauheteo de algunos/as. Y las miradas y el cuchicheo de quienes, con el pretexto de llevar flores, no se cortan un pelo a la hora de comentar, en voz alta eso sí, lo sucia que está la lápida de fulanito o lo secas que están las flores que le pusieron a menganita.
Prefiero la intimidad y la paz de cualquier otro día del año, cuando se escucha el silencio, roto por momentos por el viento meciendo los cipreses y los pájaros revoloteando.
Para mí, todos los días son el día de quienes ya no están pero siguen clavados en mi memoria. Y me gustan detalles como la visita que hacen cada año los Reyes Magos al camposanto en mi pueblo, Gibraleón, o la que hoy ha hecho al recinto sagrado en uno de mis ‘otros pueblos’, en este caso de adopción, Ayamonte, la Virgen de la Soledad.
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