Gibraleón, 20.06.15.- Aurora Moreno Briz fue una maestra que, tras su paso por Gibraleón,
dejó una notable huella. Este viernes habría cumplido 71 años de edad de
no haber sido porque la enfermedad se la llevó de forma muy temprana
hace años.
Lo recuerda en su perfil de Facebook el letrista y grafista olontense
Pablo Sycet, que la define como “la mujer más importante de mi vida
junto con mi madre”.
“Porque si mi madre me trajo al mundo –escribe-, fue Aurora quien más
me ayudó a navegar por él, cuando yo era un adolescente sin norte y
cargado de dudas sobre mi presente y, aún más, sobre mi futuro. Y
probablemente yo no hubiera podido elegir mi camino libremente y
dedicarme a estas cosas tan poco prácticas en que ando desde entonces,
sin su protección y su aliento, hasta el fin de sus días, hace ya
demasiado tiempo”.
“Nacida en Nava de la Asunción (Segovia) en 1944 pero curtida como
maestra en aldeas perdidas de la sierra de Huelva, cuando Aurora llegó a
Gibraleón para ejercer como maestra ya era novia de mi hermano Pepe y,
en uno de sus viajes de regreso a su pueblo natal para pasar las
navidades con su familia, me llevó con ella de vacaciones y esa
invitación acabó por determinar mi vida de algún modo, porque allí
estaba también Jaime Gil de Biedma pasando unos días en la Casa del Caño
–aquella noble propiedad familiar que integraba el jardín de los
melancólicos y a la que el poeta siempre terminaba por volver– y pude
conocerlo”, cuenta Sycet.
Destaca Sycet de Aurora que “con su apoyo incondicional y su cariño,
no solo hizo de mí el hombre que soy ahora, sino que con su magisterio
–en toda la expresión de la palabra– también fue ejemplo y timón en las
vidas de las varias hornadas de niños a los que dio clases, y a los que
enseñó mucho más de lo que estaba en los programas de estudios y de lo
que contenían los libros: su ejemplo de vida, su independencia de
criterio y su respeto por el pensamiento ajeno”.
Por eso, desde hace ya varias décadas, en Gibraleón hay un colegio
que lleva su nombre, en el que los alumnos de hoy –muchos de ellos
nietos de los que la tuvieron como maestra– han creado un mural con su
imagen, para así perpetuar su recuerdo ante las nuevas generaciones de
alumnos que aún están por venir.
“Y yo, por mi parte –concluye Sycet-, siempre estaré en deuda con
Aurora, y también por siempre me reprocharé no haber encontrado entonces
la forma de agradecerle tanta generosidad y cariño por su parte, a
cambio de nada: por eso su recuerdo seguirá vivo en mí mientras yo
respire, y también por eso todavía se me llenan los ojos de lágrimas
–como ahora mismo, mientras escribo estas líneas– cada vez que yo me
recuerdo a su lado, arropado para siempre por su sombra”.
Imágenes (del Facebook de Pablo Sycet):
Material de trabajo del mural, Aurora con su primer hijo en brazos y Aurora y Pablo en Segovia
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