sábado, 28 de abril de 2012

Devoción de labradores

Entre los recuerdos de mi niñez aún permanecen intactas algunas de las más hermosas estampas que nos ofrece la primavera. El campo preñado de altivas espigas de trigo y frágiles amapolas recibía a San Isidro en un pequeño recinto pegado a la carretera de San Bartolomé. Y en el paisaje, la generosidad de algunos sanisidreros que ya no están entre nosotros y que se desvivían por atender al visitante.
El marco cambió hace años, pero la devoción perdura. Lo descubrí este viernes, cuando el oficio de contar cosas me llevó al camino que cientos de romeros hicieron para acompañar al patrón de los labriegos. Poco importó la lluvia, porque ésta, seguro, la envió el santo para aliviar la sequía de nuestros campos. Y poco importó la difícil situación de muchas familias sin trabajo, porque para compartir vivencias no hace falta más que ganas.

Gibraleón no olvida sus raíces y sigue venerando cada año a aquel humilde agricultor cuya generosidad le llevó a la santidad y ésta, a su vez, a milagros que se le atribuyen y que, por fortuna, el paso del tiempo no ha logrado borrar.
En tiempos tan difíciles como los que vivimos hoy, el ejemplo de este labrador que echaba trigo por el camino para que comiesen las aves, debería remover algunas conciencias. Especialmente la de aquellos que, aún teniendo dos o tres panes, poco les importa quienes no tienen ninguno. Y miran para otro lado.

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