Se llamaba Andrea, tenía 15 años y le gustaba vestir como le daba la gana. A veces se pintaba las uñas y acudía a clase con ropa de colores llamativos.
Su familia y algunos de sus amigos más cercanos dicen que estaba enamorado en secreto de una muchacha de su mismo instituto, pero lo cierto es que nunca faltó quien se burlara de su aparente homosexualidad y en Facebook una cobarde mano anónima había dedicado un perfil al “muchacho de los pantalones rosa”.
El martes por la tarde, Andrea se ahorcó, en su casa, con su bufanda. El reportaje, que firma en El País desde Roma el brillante Pablo Ordaz, con quien tuve el privilegio de trabajar en Antena 3 en Sevilla, invita a la reflexión sobre el (negativo) poder de las redes sociales. La Fiscalía de Roma ha abierto una investigación por si se pudiera acusar a alguien de “inducción al suicidio”. Pero ya es tarde.
Podéis leer íntegro el reportaje pinchando aquí.
Su familia y algunos de sus amigos más cercanos dicen que estaba enamorado en secreto de una muchacha de su mismo instituto, pero lo cierto es que nunca faltó quien se burlara de su aparente homosexualidad y en Facebook una cobarde mano anónima había dedicado un perfil al “muchacho de los pantalones rosa”.
El martes por la tarde, Andrea se ahorcó, en su casa, con su bufanda. El reportaje, que firma en El País desde Roma el brillante Pablo Ordaz, con quien tuve el privilegio de trabajar en Antena 3 en Sevilla, invita a la reflexión sobre el (negativo) poder de las redes sociales. La Fiscalía de Roma ha abierto una investigación por si se pudiera acusar a alguien de “inducción al suicidio”. Pero ya es tarde.
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