El maestro Ignacio Camacho nos deja hoy en su columna de ABC una interesante reflexión sobre las encuestas: HAY algo que no cuadra. Lo barruntan los políticos y lo recelan los sociólogos, que estudian las encuestas con una mezcla de desconfianza y de asombro. No se fían. Sospechan que hay un misterio, un gap, un agujero entre las conclusiones de los sondeos y el estado real de la opinión pública. Que la gente está expresando un malestar genérico, un cabreo estructural que puede inducir a la confusión sobre el sentido final de sus votos. Y que no habrá en las urnas tanta distancia entre el PSOE y el PP como refleja la aparente brecha demoscópica, que apunta a un descomunal descalabro de la socialdemocracia.
El diferencial histórico en las municipales nunca ha sido tan amplio, salvo en la oleada de cambio del 83. Las elecciones locales se suelen resolver por un margen de uno a tres puntos. Por otro lado, la ventaja de que parece gozar el PP no se corresponde con el posicionamiento ideológico de la mayoría, que sigue situada en el centro izquierda. Los expertos consideran que los electores tal vez estén manifestando un rechazo abstracto, un desencanto visceral con el Gobierno que luego tienden a matizar en el momento preciso de la votación; ese sesgo de última hora difuminaría las proyecciones del 22 de mayo. Falta por medir con exactitud el impacto del anuncio de retirada de Zapatero, y a esa variable hay que añadir la influencia personal de los aspirantes locales y autonómicos, la previsible abstención y la posibilidad de un voto oculto del PSOE que los ciudadanos no confiesan por la mala imagen actual del zapaterismo. Demasiados factores para afinar un pronóstico en la cocina de los gabinetes.
Si difícil es bosquejar un resultado fiable a corto plazo, el de 2012 se vuelve del todo nebuloso. La volatilidad de la política española es altísima. La convocatoria de mayo va a determinar de forma decisiva los acontecimientos inmediatos, y especialmente la candidatura socialista, sin cuya referencia no se puede evaluar correctamente la relación de fuerzas entre los dos grandes partidos. Y aún queda por conocer la evolución de la economía. El triunfo del PP parece seguro porque la tendencia de alternativa sí ha cuajado, pero los márgenes son demasiado imprecisos ante una multitud de escenarios literalmente imponderables. Lo único que tienen claro ahora mismo los especialistas es que la especulación sobre el sentido del voto en las generales no sirve para nada. Quizá no sirva siquiera respecto a las municipales porque existen muchas interferencias, mucha distorsión, mucha bruma. El fenómeno es muy interesante: puede que en el momento en que la política depende más de la demoscopia, la sociedad española se haya vuelto más inescrutable que nunca. Hasta el punto de convertir las encuestas en un espejo borroso.
El diferencial histórico en las municipales nunca ha sido tan amplio, salvo en la oleada de cambio del 83. Las elecciones locales se suelen resolver por un margen de uno a tres puntos. Por otro lado, la ventaja de que parece gozar el PP no se corresponde con el posicionamiento ideológico de la mayoría, que sigue situada en el centro izquierda. Los expertos consideran que los electores tal vez estén manifestando un rechazo abstracto, un desencanto visceral con el Gobierno que luego tienden a matizar en el momento preciso de la votación; ese sesgo de última hora difuminaría las proyecciones del 22 de mayo. Falta por medir con exactitud el impacto del anuncio de retirada de Zapatero, y a esa variable hay que añadir la influencia personal de los aspirantes locales y autonómicos, la previsible abstención y la posibilidad de un voto oculto del PSOE que los ciudadanos no confiesan por la mala imagen actual del zapaterismo. Demasiados factores para afinar un pronóstico en la cocina de los gabinetes.
Si difícil es bosquejar un resultado fiable a corto plazo, el de 2012 se vuelve del todo nebuloso. La volatilidad de la política española es altísima. La convocatoria de mayo va a determinar de forma decisiva los acontecimientos inmediatos, y especialmente la candidatura socialista, sin cuya referencia no se puede evaluar correctamente la relación de fuerzas entre los dos grandes partidos. Y aún queda por conocer la evolución de la economía. El triunfo del PP parece seguro porque la tendencia de alternativa sí ha cuajado, pero los márgenes son demasiado imprecisos ante una multitud de escenarios literalmente imponderables. Lo único que tienen claro ahora mismo los especialistas es que la especulación sobre el sentido del voto en las generales no sirve para nada. Quizá no sirva siquiera respecto a las municipales porque existen muchas interferencias, mucha distorsión, mucha bruma. El fenómeno es muy interesante: puede que en el momento en que la política depende más de la demoscopia, la sociedad española se haya vuelto más inescrutable que nunca. Hasta el punto de convertir las encuestas en un espejo borroso.
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