miércoles, 10 de agosto de 2011

El fracaso de la política y el comienzo de la rebelión / La decadencia de la prensa tradicional

Fue una de las opiniones más lúcidas en las tertulias de la Ser, de donde le echaron tras 17 años sin faltar a su cita con los oyentes. Pero a mi amigo de Twitter Carlos Carnicero nada le callará. En su bitácora, para náufragos de la izquierda como él, deja una interesante reflexión que quiero compartir con vosotros:
A lo largo de la historia de las sociedades democráticas la ficción de la libertad de prensa terminaba en los intereses de los propietarios de los medios de comunicación. La envoltura de ese paradigma ficticio era la propiedad de la información: decían y dicen que los lectores y los oyentes eran los auténticos propietarios de la información. Esa intermediación ha resultado ser tan inoperante como la política. Necesita una transformación urgente para que siga viva.
Los grandes medios de comunicación están siendo también devorados por los mercados. Una operación financiera cometida por periodistas y ejecutivos incapaces ha situado a PRISA en quiebra técnica. Ahora los propietarios son fondos de capital riesgo sin ninguna motivación editorial. Los autores de esa catástrofe -que va a poner en la calle en una primera sangría a 2500 trabajadores- se han blindado con jubilaciones astronómicas en vez de haber sido puestos en la calle por incapaces.
El pánico se ha instalado en las redacciones. Como en las legiones romanas después de una derrota, los súper ejecutivos de los medios de comunicación diezman a los periodistas y a los trabajadores. El machetazo en el cuello es sencillamente un despido que garantizará que nunca jamás se vuelva a trabajar con dignidad laboral. Si alguien se atreve a promover la rebeldía será un nuevo Espartaco, crucificado para promover la ejemplaridad en la sumisión.
Hace poco he probado en mis carnes –y sólo es una anécdota que ni siquiera ya es importante para mi- que eres valioso como periodista en un medio hasta que pisas un nervio central, un interés corporativo. O tus opiniones conjugan estados de ánimo colectivos contrarios a las grandes corporaciones. Las alianzas políticas de medios de comunicación con partidos políticos se soportan en los intereses económicos, en la esperanza de obtener ventajas o ayudas públicas. Si un periodista, con sus opiniones, se interpone en el camino, sencillamente es fulminado.
El pánico se ha instalado en las redacciones. Como en las legiones romanas después de una derrota, los súper ejecutivos de los medios de comunicación diezman a los periodistas y a los trabajadores. El machetazo en el cuello es sencillamente un despido que garantizará que nunca jamás se vuelva a trabajar con dignidad laboral. Si alguien se atreve a promover la rebeldía será un nuevo Espartaco, crucificado para promover la ejemplaridad en la sumisión.
En ese momento, alguien que pretende ser también periodista y no es más que un o killer contratada para domeñar a quienes pretende que son sus compañeros, te comunica que ya no le sirves a la empresa en la que has estado trabajando 17 años.
Pertenezco a la generación que hizo frente a la dictadura. Los reflejos intelectuales de mi cerebro son la insumisión y la inconformidad. Ya no hay vacunas para toda una vida dedicada a evitar las razones de conveniencia en el compromiso intelectual. El periodismo es para mi indisociable de la libertad de opinión. Ni siquiera es determinante la convicción de que este oficio no merece la pena si no se goza de autonomía personal. Es que la sumisión es sencillamente aburrida. No hay pasión en obedecer; hay placer en la rebeldía.
Si uno se dispone a someterse es mejor escribir novelas de amor o de aventuras. La opinión tiene que ser comprometida o no es más que propaganda.
Ellos, los despedidores, bajan la vista cuando te observan porque saben que su condición de sicarios no les garantiza, siquiera, su supervivencia. Los expulsadores también serán expulsados. Y al igual que los crueles capataces de las plantaciones de azúcar, estos mayorales tienen su relevo asegurado para su instalación en el ostracismo. La diferencia es que ellos no saben que son tan vulnerables y no están preparados para ser prescindibles de un sistema de medios de comunicación que no entiende de lealtades y que exige sumisiones. El día que les den la patada se quedarán perplejos porque se entregaron, su vida y su conciencia, para comprar bienestar: no lo conseguirán.
Los oyentes y los lectores están saliendo corriendo de las órbitas de algunos medios de comunicación. Y con ellos la publicidad. La calidad, que cada vez es menos una exigencia, es sustituída por lo abaratado. ¿Por qué pagar o ser fiel a una audiencia a quien desprecia a los consumidores de información contratando a los periodistas más baratos, a los más sumisos y a quienes no son capaces de ejercer la crítica frente al poder?
La WEB está llena de oportunidades. Cada bloguero es propietario de su medio de comunicación. Nadie me puede echar de este Blog, excepto los lectores si lo abandonan. Y me siento mucho más poderoso que Robert Murdoch o Juan Luis Cabrían porque sus imperios son en realidad tigres de papel que son devorados por las termitas que conlleva la democracia 2.0 frente a esos medios ya trasnochados.
Todo esto, la censura y los despidos no es más que el síntoma de una grave enfermedad que va a transformar radicalmente la democracia, los medios de comunicaciones y las formas de intermediación entre la sociedad y el poder. Y eso es lo relevante: los censurados son el elemento necesario para evidenciar la decadencia; los despedidos son la contradicción necesaria de un sistema que ya no sirve. La rebelión es inevitable. Y no pasará una década sin que los que hoy mandan en los periódicos y en las cadenas de radio sean víctimas de su propia dinámica histórica. Los atropellados pedirán responsabilidades a los atropelladores cuando la indignación se desborde por encima del miedo.
La WEB está llena de oportunidades. Cada bloguero es propietario de su medio de comunicación. Nadie me puede echar de este Blog, excepto los lectores si lo abandonan. Y me siento mucho más poderoso que Robert Murdoch o Juan Luis Cabrían porque sus imperios son en realidad tigres de papel que son devorados por las termitas que conlleva la democracia 2.0 frente a esos medios ya trasnochados.
La WEB revienta de información que empieza a ser, en algunos casos, más fiable que la de los grandes medios de comunicación.
Hace unos días se produjo la hermosa paradoja de que a El País se le colaron, en la edición digital, vídeos de la WEB que desmentían la información de sus páginas de papel. Fue a propósito de la brutal carga policial en el exterior del Ministerio de Interior. Y ni siquiera se dieron cuenta de que las termitas informáticas se están comiendo los muebles del despacho de su director.
Ya no tienen el poder ni los partidos, ni los periódicos ni las cadenas de televisión. Los ciudadanos todavía no saben quien va a mandar, pero han visto que unos tipos siniestros, manejando sofisticados ordenadores, están devorando el Euro como último símbolo de una época.
Siempre se produce la destrucción como tecnología de la transformación. La desaparición de este sistema de poder y represtación es un hecho aunque no se haya dibujado todavía el nuevo sistema de poder.
La solución a esta encrucijada no puede ser la aparición de nuevos populismos. El objetivo es la transformación de esta democracia parlamentaria en una más participativa en donde los controles puedan ser ejercidos por los representados a quienes les representan. Pero el actual modelo está agotado.
Ya no tienen el poder ni los partidos, ni los periódicos ni las cadenas de televisión. Los ciudadanos todavía no saben quien va a mandar, pero han visto que unos tipos siniestros, manejando sofisticados ordenadores, están devorando el Euro como último símbolo de una época.
Los medios de comunicación tendrán que reafirmar su independencia y tendrán que dejar de ser los representantes encubiertos de grupos de presión y de poder. La democracia 2.0 puede dar grandes oportunidades alternativas a los medios de comunicación tradicionales con dos condiciones.
La primera que tenga calidad. Que sus contenidos no estén contaminados insalvablemente de la inmediatez. Que el rigor sustituya a la velocidad o sea complementario con ésta.
Y la segunda que haya una forma directa de intermediación entre quien pone a circular la opinión y la información y quien la recibe.
Como ocurrió con los Borbones en Francia, los propietarios de los periódicos, los dirigentes políticos y los presidentes de los gobiernos democráticos se han refugiado en sus palacios de Versalles sin enterarse de nada de lo que pasa en la calle. Una vez más la historia va a dar un revolcón a los que creen que mandan y ya no tienen el control. Esperemos que no haya guillotina. Naturalmente en sentido metafórico. Sólo porque la sangre tarda más tiempo en secarse que en brotar.

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